19 agosto, 2008

Felicidad ahumada

Desde el traje de chaqueta de una tarde de agosto, pienso en el mar que me describiste en la soledad poblada de tiendas de campaña, una descripción de amor de olas, de barcas de pesca con nombres desconocidos para mi, para mí, que me enamoré del mar cuando con ocho años asomé la cara a las aguas de un Mar Muerto que recorrió cada rincón de mi, entonces, pequeño cuerpo.

Afuera, las nubes grises que esta maravillosa tierra mía de acogida, suelta de vez en cuando para verdear sus campos, desde aquí donde nunca has querido estar, donde seríais acogidos tú y tu pequeño gran hombre con alegría.

Desde aquí me remonto a esas agradables conversaciones ahumadas a la luz de las estrellas de ese Sur tuyo que tanto me tira, que por lo menos una vez al año me lleva a él.

Ha sido una suerte encontrarte en el camino, ojalá que siempre continué la amistad que ha empezado, porque difícil era que nos conociéramos y compartiéramos risas.

Gracias por tu generosidad.

Desde este traje de chaqueta que cada vez más ahoga mi alma frustrada de artista, recuerdo tu salida de este mundo para buscar otra forma de vida.

Todo a su tiempo.

Besos a esa preciosidad de chico que será un gran hombre.