Madrid

El atardecer con la diosa contemplando desde las alturas, en calma. Un café en el Circulo, de escapada con Carlitos por el Ateneo...recovecos de un Madrid lejano, tan cercano a la vez...desde los montes verdes de mi exilio voluntario, se me abrieron las carnes de la nostalgia, buscando, vagabunda, un café en vaso de caña.

No me siento extranjera en ningún lugar (como dijo, seguramente alguna celebridad), siempre que tu sonrisa me acompañe cada mañana. Pero hoy, no me sentía en tierra. Hoy quería mi rincón en el Retiro, los gritos en la calle, los atascos para maquillarme, los amigos como hermanos, la familia para enfadarme, las calles de mi infancia para cruzarme con alguien a quien lleve mucho sin ver, y juzgarlo en el tiempo, los saludos conocidos y alegres de mi tierra amada. Su cielo azul, su sol.

Hoy no me acuerdo de la contaminación, las prisas, las horas perdidas.

Me llegan sensaciones a la piel que me nublan la vista con lágrimas sorpresivas, inesperadas.

Mi padre, al teléfono, me dice que está muy sensible, y yo me callo para no ahondar más en su herida, que es la mía, que es mi nostalgia y que a los dos nos sabe a dolor. Nos despedimos con un beso, mañana continuaremos la conversación.

Ayer a la noche me sentí por primera vez extranjera. Ayer me sentí fuera.

Y yo no quiero sentirme así en este país tan amado, pero ahora...que no daría por un poco de mi tierra!